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lunes, 8 de abril de 2013

ESTADIO DE LA CARTUJA, HIPOTECA OLÍMPICA

Fuente: abcdesevilla es

La sociedad deja de percibir los 180.000 euros del alquiler anual del IMD en su momento más complicado por la falta de eventos importantes, que aliviaban sus arcas antes de la crisis

Inaugurado el 5 de mayo de 1999 para albergar el Mundial de Atletismo, el Estadio Olímpico de La Cartuja acumula más de 12 años infrautilizado y bandea la crisis con bastante más pena que gloria. La coyuntura ha terminado por adormecer del todo a este gigante que andaba erguido a duras penas. Sobre todo por el lastre con el que siempre ha tirado, el de su elevadísimo coste. De hecho, sigue siendo su principal traba financiera.

Se levantó el estadio con la intención, nada menos, de optar a los Juegos Olímpicos de 2004, finalmente celebrados en Atenas. El entonces alcalde andalucista, Alejandro Rojas Marcos, estaba convencido de que Sevilla podía alzarse con los Juegos por encima de Madrid, a la que llegó a superar en la criba inicial. Se invirtió la nada desdeñable cantidad de 125 millones de euros (casi 21.000 millones de pesetas), al menos en cifras oficiales, y el coste de amortización anual era nada menos que de 3 millones durante un periodo de 50 años. Algo que ha impedido prácticamente respirar a la sociedad que lo gestiona hasta que en 2007 una segunda ampliación de capital acabó con este enorme peso. Para no quedarse cortos, se edificó un espacio para acomodar hasta a 70.000 espectadores, costando, ya inicialmente, casi el triple que el Estadio Olímpico de Madrid, la «Peineta».

El compromiso previo a la construcción era que jugaran el Sevilla y el Betis en domingos alternos, pero ambos equipos se negaron y sus directivas prefirieron no moverse de sus respectivos estadios. Esa era la piedra angular para garantizar el futuro y no se logró el acuerdo con los clubes. Ruina asegurada. Con todo este panorama, durante sus años de existencia los grandes espectáculos deportivos han sido muy escasos. Son la excepción. Desde 2009, el recinto empezó a destacar, aliviando así sus arcas, con los grandes eventos musicales. Vinieron Springsteen, Madonna, U2... Pero la crisis ha acabado con esa fuente de ingresos, que era vital, pues cada evento dejaba en torno a unos 100.000 euros.

De 20 empleados a 9. El estadio ha pasado de veinte trabajadores en plantilla a nueve, lo que le ha permitido frenar la acumulación de déficits año tras año. Se ha intentado levantar cabeza con la otra vertiente de negocio, la inmobiliaria, con su espacio de 25.000 metros cuadrados para arrendamiento. Actualmente la ocupación es de 19.000 metros cuadrados, pero la anunciada marcha del Instituto Municipal de Deportes (IMD) ha supuesto un varapalo enorme para la caja, puesto que este alquiler supone al año 180.000 euros. Un dineral con el que ya no se cuenta. Y las dificultades para encontrar inquilinos son enormes.

Agotado el efímero filón de los conciertos, las cuentas de 2011, últimas depositadas en el Registro Mercantil, reflejan un resultado de explotación negativo con pérdidas de 2,4 millones. El mero gasto de mantenimiento del recinto ronda los 2 millones, de los que el 30% corresponde al pago del impuesto de bienes inmuebles (IBI). El balance general sigue en pérdidas y la tendencia es a la baja. Por una cuestión meramente estructural. Y ya no vienen conciertos con los que solventar la gestión puntual de un año.

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